PELUQUERÍA SLOW vs PELUQUERÍA LOW COST

Una profesora de teatro me explicó una vez: “El ritmo es darle a cada cosa el tiempo que necesita”. ¿Te has parado a pensar por qué hay servicios de peluquería que no sólo no los disfrutas o te relajan, sino que te estresan y te roban la paz? Al igual que muchos actores inexpertos, muchas profesionales de la peluquería confunden el ritmo con la velocidad.

Es cierto que existen protocolos en peluquería, como los ligados al color, en los que tenemos que someternos a un estricto control del tiempo para obtener los resultados deseados, pero, ¿y si te digo que hay cabellos que se cortan en 20 minutos y otros necesitan 45? ¿Por qué no aprovechar el maravilloso ritual de ir a la peluquería para aminorar el ritmo frenético que nos impone este siglo rápido?

Desde Soñando Despierta queremos invitarte a que rompas con el siglo rápido tomándote tiempo para tres cosas fundamentales: Comer, hacer el amor e ir a la peluquería.

Tómate un minuto para respirar y para estar presente en el aquí y en el ahora de estos tres rituales sagrados. Disfruta de las sensaciones que te provocan en los cinco sentidos, que viven anestesiados en el frenesí de lo rápido. Abre los ojos y mira con ellos. Después, ciérralos y respira, huele, utiliza el olfato, concéntrate en el oído, en el tacto, en el gusto… Saborea el instante.

Date permiso para experimentar el placer de los sentidos. Aparca el teléfono por un tiempo y disfruta… experimenta el momento presente con consciencia plena…

Salvo algunas excepciones, a la mayoría de nosotras nos relaja que nos toquen la cabeza. Por eso vamos a comenzar tu sesión con un masaje de bienvenida… perfecto para relajar el cuero cabelludo y desestresarlo (¡Sí, el cuero cabelludo también se estresa!) Cierra los ojos y respira profundamente tres veces inhalando el aceite esencial que hayas elegido antes de sentarte, confía en que tu cuerpo demandará lo que necesite. Desconecta del exterior. Reconecta contigo misma y con las manos de la peluquera. Siente todas las maniobras en tu cabeza concentrándote en el tacto, en la presión, en la energía que fluye entre tu peluquera y tú. Siente cómo se activa tu circulación.

Abre los ojos, respira, ya estamos conectadas. Lo agradecerás tú, pues podrás expresarnos lo que necesitas desde otro lugar, lo agradeceremos nosotras, pues podremos escucharte. Ya está. Sabemos lo que queremos y cómo vamos a hacerlo, vamos a lavarte…

Ahora toca escoger un champú para ti en función de lo que nos haya contado en el masaje tu cabello y tu cuero cabelludo. Lo tengo. Éste es el que te va. El agua a la temperatura adecuada, un lavado personalizado, suave, si eres sensible, vigoroso, si lo prefieres; un masaje relajante mientras cierras los ojos cómodamente reclinada en el lavacabezas, disfrutando conscientemente de unas manos que te manipulan con amor… ¡qué bien huele ese champú! Un regalo para el olfato. Aprovecha y ponte una mascarilla nutritiva mientras envuelves tu pelo en una toalla caliente…Relájate, es tu momento.

LAS PROFESIONALES DEL SECTOR

NOS HEMOS VISTO AVOCADAS A LA PRECARIZACIÓN DEL ARTE QUE PRACTICAMOS CON LA IMPOSICIÓN DEL LOW COST

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No creáis que sólo a vosotras se os había robado el disfrutar de la peluquería como aquí reivindicamos. Las profesionales del sector nos hemos visto avocadas a la precarización del arte que practicamos con la imposición del low cost como modo de producción (lógicamente, si queremos ganar un sueldo que nos dé para vivir dignamente, cobrando a 5€ lo que vale 15€, tenemos que trabajar el triple, lo que implica un tercio del tiempo con cada cliente, repercutiendo en servicios mal ejecutados, en el mejor de los casos, productos de ínfima calidad (y lesivos para la salud) y en falta de higiene, asepsia y calidad en general en los servicios, porque no os engañéis, los desinfectantes cuestan dinero, un dinero que no se puede invertir con esa política de precios, y hay que disponer de tiempo para usarlos, tiempo que en el universo low cost, simplemente, no hay, porque los números, si se suma el agua, la luz, el producto, el alquiler del local y el trabajo del profesional sencillamente no dan a final de mes). Y es que amigos, nadie da duros a peseta.
Eso sin mencionar esos escaparates diáfanos, donde profesionales y clientes, somos contemplados como fenómenos de circo por los viandantes. Y es que no hay nada peor, que luchar por mantener la dignidad mientras eres observada con el tinte y las mechas en la cabeza (¿o no, chicas?).
En el caso concreto de los servicios a domicilio hay también que considerar en la factura el importe del transporte y que el tiempo empleado en los desplazamientos no se está produciendo, amén de llevar, con todo el amor del mundo, el salón a cuestas por toda la ciudad.

Como consecuencia de lo anterior, tenemos dos maneras de afrontar los servicios de peluquería. Uno, en el que no valoramos ni nuestro bienestar ni el de la profesional a la que acudimos, y otro, en el que tomamos conciencia de que si queremos una experiencia distinta tenemos que partir de planteamientos distintos.

Te propongo algo. Busca. Seguro que más cerca de ti de lo que crees, existe alguna profesional que esté deseando acompañarte en la recuperación del ritual peluqueril. Un momento para ti, un momento para nosotras, para escuchar quién eres y qué necesitas y darle forma juntas. Nosotras estamos en Madrid, España, pero cada día somos más personas vibrando en esta frecuencia. Recuperar lo bueno. Recuperar lo que es nuestro: El placer de ir a la peluquería.